ANTES DEFENDIAN EL HOGAR. AHORA LO MIRAN DESDE EL SOFAHubo un tiempo en el que tener un perro era como tener un guardaespaldas. Te avisaba, te protegía, y si hacía falta, te arrancaba un brazo por meterte donde no debías. Eran guardianes, pastores, cazadores. Tenían un propósito. Se ganaban la comida.
Pero hoy, se te cuelan dos tíos por la puerta del comedor, revientan el cristal, saquean la casa, y tu pareja de bulldogs lo vive todo desde el sofá como si vieran una serie de Netflix. Ladran, sí. Pero lo justo, sin dejar de estar acurrucaditos, no vaya a ser que les dé ansiedad.
Y lo peor es que no se lo echas en cara. Porque en el fondo, tampoco esperas otra cosa. Porque ya no son perros, son hijos. Y a los hijos no se les pide que muerdan a un ladrón, a los hijos se les pone abrigo cuando refresca y se les da jamón cocido si están tristes.
Hemos cambiado tanto que ni ellos saben ya qué se supone que deben hacer. Si ven entrar a un intruso, dudan: ¿ladro? ¿llamo a la policía? ¿grabo un story?
Al final, los que vigilamos somos nosotros. Miramos la cámara del salón, la webcam, para ver si han mordido el cojín, si están bien, si lloran porque no estamos.
Ya no necesitas que los perros te salven la vida (la tasa de homicidios en Occidente está por los suelos), lo que necesitas es que te salven el corazón, porque cada día que pasa, desafortunadamente estamos un poco más solos.
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¿Café?