RELATOS EROTICOS O NO

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[Fouronzas]

Una vuelta a casa inesperada. 4/4


… Durante los 2 días siguientes mi mujer y yo tuvimos poco contacto, ya que yo tenía mucho trabajo, y ella se dedicó a ir de compras, lo cual le encantaba.
Lo que ocurría mientras tanto es que, por lo visto, ella seguía “poniendo nerviosos” a los pintores con exhibiciones diarias, y éstos lógicamente acabaron diciéndoselo a su jefe, ya que la obra estaba retrasándose por razones obvias, y en este tipo de negocios los plazos son importantísimos.
En consecuencia, al día siguiente el citado jefe me llamó al despacho y me contó, aunque con mucho tacto, lo que estaba pasando, y que de seguir así tendrían que dejar la obra inacabada con el consiguiente aumento de precio por tener que volver más adelante.
Yo, también con mucho tacto, le hice ver que no iba a haber problema, ya que precisamente nos íbamos a marchar unos días, y entonces podrían trabajar “a gusto” y acabar la obra en el plazo previsto.
Y es que, mientras hablaba con él, me surgió la idea de irnos una semanita a la costa, a algún hotel de playa en una zona cálida, y así separar a mi mujer durante unos días de los pintores, ya que yo después de aquellos días ajetreados, entraba en un período profesional más tranquilo.
En cuanto se lo dije a mi mujer, se puso loca de contenta, y, por supuesto, dijo que tenía que salir inmediatamente a comprar algún traje de baño nuevo y bikinis, con lo que estuvo ocupada durante todo el día.
Mientras tanto, yo encargué a través de mi agencia de viajes habitual la reserva de hotel para una semana y los vuelos pertinentes de ida y vuelta para poder marcharnos al día siguiente sin falta en busca de sol, relax y tranquilidad, sin imaginarnos en ningún momento los días tan intensos que íbamos a pasar.
El hotel era de lujo, y tenía todos los servicios que se podían esperar de él: piscinas, tenis, golf, sauna, spa, etc…
En cuanto nos acomodamos en la suite que teníamos reservada, decidimos bajar a la piscina de agua salada a darnos un baño de bienvenida.
Yo me cambié rápidamente y esperé a mi mujer en el saloncito haciendo unas llamadas de última hora a mi despacho. Al cabo de unos minutos la vi salir de la habitación luciendo un traje de baño blanco algo brilloso, y muy escotado en nalgas e ingles, un pareo estudiadamente anudado a la cintura y una gran pamela recogiendo su melena. Realmente estaba impresionante y más deseable que nunca, si cabe.
Bajamos a la piscina y nos tumbamos en las hamacas que había alrededor, mientras un servicial camarero nos atendía preguntándonos si deseábamos alguna bebida, mientras no le quitaba ojo a mi mujer, lo cual no me extrañaba en absoluto.
Pedimos un par de cócteles refrescantes, y yo me introduje en la piscina, la cual tenía el agua a una temperatura ideal, mientras mi mujer se despojaba del pareo y se tumbaba en su hamaca para comenzar su sesión particular de bronceado.
Desde el agua ya me había percatado que la llegada de mi mujer no había pasado inadvertida para los hombres que en ese momento había en la piscina, y, en concreto, para dos de ellos muy bien parecidos que se encontraban sentados en el borde con los pies en el agua, y que no le quitaban los ojos de encima mientras hacían comentarios entre ellos, aunque yo hubiese jurado que eran gays, más que nada por su atuendo, ya que ambos llevaban unos ajustadísimos bañadores de firma que les marcaban tanto culo como paquete. Al día siguiente me iba a enterar que estaba equivocado.
Mi mujer, que también se había dado cuenta de ello, no dejaba de dar vueltas en la hamaca, poniéndose primero boca arriba, luego boca abajo, y todo ello mientras se retocaba de forma insinuante su traje de baño una y otra vez, quedando éste cada vez más metido por su precioso culito con el fin de dejar la mayor cantidad de nalga posible a la vista. Ya se sabe que las mujeres no llevan con paciencia las “marcas” del sol.
Después de un tiempo ella decidió acompañarme en el agua, y se zambulló en la piscina por su parte más profunda, para salir al cabo de un rato atusándose su melena y volviendo a ajustar su traje de baño por sus partes más íntimas.
Luego, al salir, decidimos subir a la habitación a arreglarnos para la cena, temprana por supuesto, no sin antes percatarme que al irnos de la piscina, mi mujer dedicaba una mirada atrevida a sus dos admiradores, los cuales, desde el borde de la piscina, le regalaron a su vez una media sonrisa que dejaba entrever algo más.
Ya en la habitación, después de un reconstituyente baño, mi mujer volvió a dejarme boquiabierto al salir del baño con un conjunto de lencería negro de tanga y sujetador, que cubrió con un vestido negro que le caía por encima de su cuerpo como una segunda piel, llegando hasta medio muslo, donde se abría con mucho vuelo, y complementado con unas sandalias de alto tacón. Estaba sencillamente impresionante.
Bajamos al restaurante para disponernos a cenar, y como la cena era tipo buffet, tuvimos que recorrer las isletas para ir sirviéndonos nuestra cena. Cuando en ello estábamos, me percaté que acababan de llegar los dos “galanes” de la piscina, que, por supuesto, clavaron sus ojos en mi mujer en cuanto la vieron.
Justo cuando íbamos a sentarnos nos cruzamos con ellos, saludándonos educadamente, momento en que uno de ellos aprovechó para proponernos que cenásemos en la misma mesa ya que había muy poca gente a esas horas.
Yo en principio esquivé la invitación, pero enseguida ví como mi mujer aceptaba de modo insinuante, por lo que obviamente acabamos todos cenando juntos.
Verdaderamente la cena fue realmente entretenida, ya que nuestros dos nuevos amigos eran muy divertidos, y mi mujer no paró de reírse con ellos prácticamente durante toda la velada.
Cuando habíamos acabado, al levantarnos, uno de ellos nos invitó a subir a su habitación, que casualmente estaba en el mismo piso que la nuestra, a tomar una última copa, pero yo decliné con la excusa de que estábamos algo cansados por el viaje, y que mejor lo dejábamos para el día siguiente.
De esa forma nos despedimos, aunque antes de marcharnos nos preguntaron si nos apetecía jugar una partida de tenis dobles a la mañana siguiente, lo cual aceptamos inmediatamente, ya que es uno de nuestros deportes favoritos, por lo que quedamos en una de las pistas de tenis del hotel a las once de la mañana.
Al día siguiente no madrugamos, por lo que después de un breve desayuno en la habitación nos vestimos para el deporte. Mi mujer, tenista habitual, siempre usaba un vestuario similar: culote de algodón, malla de tirantes y tanga, y una corta faldita por encima. Pero cuando fue a vestirse, se quedó extrañada porque el culote no aparecía (lo que no sabía es que yo se lo había escondido), y tuvo que vestirse solamente con la malla-tanga y la faldita. Yo intuía el espectáculo, aunque le dije que no se preocupase porque nadie se iba a dar cuenta.
Nuestros nuevos amigos ya nos esperaban en la pista de tenis, y tras los saludos iniciales, decidimos jugar intercambiados, con lo que a mi mujer le tocó de pareja uno de ellos.
Empezamos a jugar, y en cuanto ella tuvo que levantar mucho los brazos para responder a alguna bola alta, ellos se percataron de que prácticamente llevaba el culo al aire, excepto la pequeña tira del tanga, con lo que, obviamente, mi compañero empezó a tirarle bolas cada vez más altas para poder disfrutar de las vistas.
A medida que avanzaba el juego, el que hacía pareja con mi mujer fue cogiendo más confianza, y cada vez que hacían algún buen punto, lo celebraba con ella con abrazos, toqueteos, y hasta alguna palmadita que otra en sus nalgas, lo cual a mi mujer la estaba entusiasmando.
Al acabar, cerca de la una, decidimos comer juntos en una de las terrazas de la piscina, y cuando acabamos subimos a la suite de ellos tal y como habíamos quedado el día anterior.
Al llegar sacaron inmediatamente una botella de champán frío del minibar y empezamos a beber y reírnos acordándonos de las anécdotas del partido de tenis, pero al cabo de pocos minutos yo empecé a sentirme mareado más de lo normal (luego me di cuenta que habían echado algo en nuestras copas), e incluso llegué a quedarme durante unos minutos algo adormilado en el sofá.
Cuando desperté, la escena había cambiado totalmente. Yo me encontraba en el sofá, desnudo, con las manos y los pies atados con cinta adhesiva, así como la boca también tapada, e incluso llegué a pensar que veía doble, ya que rodeando a mi mujer creía entrever a 4 hombres totalmente desnudos, uno de ellos de raza negra con un cuerpo escultural y con una polla impresionantemente enorme. Realmente veía bien, ya que eran nuestros dos amigos con otros dos que habían llamado mientras yo dormitaba.
Mi mujer estaba también algo aturdida a consecuencia del champán, pero se la veía disfrutar con aquella situación. La habían desnudado por completo, y se dedicaban a jugar con ella pasándosela de uno a otro, mientras le daban algún azote en el culo, le pellizcaban los pezones, y le hacían sobar una y otra vez aquellas enormes pollas que ante ella tenía.
Yo estaba algo asustado por los acontecimientos, pero, para mi desgracia, mi polla ante aquel espectáculo empezó a reaccionar poniéndose tiesa como un palo.
El hombre de color se dio cuenta de que yo me había despertado, y entre risotadas comentó a sus amigos ¡¡ mirad, mirad, el marido cornudito ya se ha despertado, y además está totalmente cachondo, ja ja ja; vamos a enseñarle como se trata a una putita como ésta !!.
Entonces, por turnos, hicieron que mi mujer les fuese comiendo las pollas uno a uno mientras los otros aprovechaban para meterle mano bruscamente, y darle azotes y palmetadas por todo el cuerpo.
Después comenzaron a follársela en distintas posiciones. Primero por detrás mientras ella se comía la polla de otro. Luego sentada encima mientras le comían las tetas … y ella pajeaba a otros dos, hasta que de pronto el mulato, que era quien llevaba la voz cantante, la tiró boca abajo contra la cama y acercándola hacia él como una muñeca de trapo le abrió las piernas todo lo que pudo, a la vez que con su descomunal rabo la empezó a encular sin compasión, mientras ella se quejaba amargamente al ser taladrada cada vez más adentro por aquel inmenso rabo, para enseguida dar paso a gemidos placenteros cada vez más sonoros que delataban los orgasmos que estaba empezando a tener.
Él empezó a gemir a punto de correrse, y sacando toda su polla como una manguera, regó todo su culo dejando sus nalgas totalmente empapadas de semen. Cuando acabó de exprimir bien todo el miembro, les dijo a los otros tres que hiciesen lo mismo, y así uno por uno fueron pajeándose justo encima del culo de mi mujer hasta descargar entre todos una impresionante cantidad de leche que poco a poco empezó a arrollar hacia su agujero anal y sus piernas.
Cuando yo ya creía que todo había acabado, el negro se acercó a mí, y cogiéndome bruscamente por el pelo hizo que me levantase llevándome a rastras hasta la cama donde mi mujer yacía boca abajo todavía gimoteando con su culo impregnado de toda aquella leche blanca. Entonces, de un tirón, hizo que me arrodillase mientras me dijo “ahora, cabrón, vas a dejar a tu mujer limpia y reluciente, o si no tendré que darte tu merecido”, y tirándome fuertemente del pelo incrustó mi cara en el culo de mi mujer.
Yo no tenía otra alternativa, así que abriendo la boca comencé a lamer sus nalgas, su agujero y toda su rajita anal, sorbiendo y tragando poco a poco toda aquella cantidad de leche y dando sonoros lametazos mientras mi mujer se retorcía aún de placer haciendo que mi polla volviese a ponerse dura como una piedra. Al darse cuenta de ello, el negro me arrancó la cinta de los pies, y abriéndome las piernas introdujo sus manos entre ellas, para, como si de una vaca se tratase, ordeñarme con fuertes tirones hasta que reventé soltando toda la carga que mis huevos habían estado acumulando durante aquella tarde de orgía, mientras me decía “¡¡ come cabrón, cómetelo todo, deja bien limpita a tu mujer que se ha portado como una estupenda puta !!”. Por supuesto yo me esmeré en ello hasta dejar el culo de mi mujer como recién lavado.
Luego nos pusieron un albornoz del hotel a cada uno, y nos empujaron al pasillo. Volvimos en silencio a nuestra habitación, ya que yo no me atrevía a decirle nada a mi esposa. Pero después de cerrar la puerta, ella se dio la vuelta y me dijo “¿sabes? Mientras me limpiabas el culito me puse más cachonda que nunca, y me corrí como nunca hasta ahora. Creo que voy a dejar que me limpies más veces el semen de otros, ¿qué te parece?”, a lo que yo contesté “Lo que tú digas, mi amor”.
Al día siguiente cogimos el primer avión de vuelta a casa para poder asimilar aquellos dos días que iban a ser de sol, relax y tranquilidad, sabiendo los dos que a partir de aquel momento nuestro sexo iba a cambiar bastante, y a mí me iba a quedar la parte más engorrosa: recoger todo y dejarlo muy bien limpio, ….. pero eso como siempre queda para otro día ...
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